lunes, noviembre 06, 2006

As Above, So Below


Uno que ya es perro viejo en lo que se refiere a meter la nariz en libros que llevan dragones gigantes y princesas de orejas puntiagudas en su portada, tiende elevar la ceja derecha incrédulo cuando le recomiendan una nueva colección del género. Demasiados truños innombrables y ladrillos perfectamente obviables. Demasiado tiempo desperdiciado en colecciones interminables, con comienzos tan dignos como horrorosas fueron sus continuaciónes. Por eso mismo, permanezco recluido en un zulo de ubicación secreta desde que una buena amiga me ofreció dejarme la saga de Eragon, ante la perspectiva del estreno de la película. Así que estoy en estricta cuarentena, oigan, evitando todo lo que huela a aliento de dragón. Y no es la primera vez que me veo en una de estas. Se echan de menos esos tiempos en los que los consumidores de fantasía épica íbamos a la librería con gabardina, gafas oscuras y bolsas opacas a buscar consuelo en nuestro vicio inconfesable. Ahora, Paladine bendiga a Peter Jackson y cía, la fantasía es un género vulgarizado y rehabilitado, perfectamente inócuo y prístino, a las que las madres conducen a sus retoños infantes con despreocupación y confianza.

Pero, como es habitual, me desvío. Estaba yo en mi zulo dando buena cuenta de lo que viene siendo un frappuchino de mocka, cuando reparé en un libro negro y delgatido de aspecto poco intimidatorio, que había comprado hace tiempo ya. Neverwhere. Ummm, fantasía, caca. Amm, Neil Gaiman, Sandman, canela fina. Emmm, corto, no hay continuaciones, inofensivo... Integradas las diferentes variables y despejada la incognita, decidí cepillarme el manuscrito como ocupación ligera. Y que quieren que les diga, caballeros y damas. Qué gusto da volver a sentirte explorador de un universo rico, pese a la brevedad del texto, que bebe de fuentes tan recomendables como el Mundorío o Narnia, que giña al Mago de Oz o a Alicia en el Pais de las Maravillas, que tiene ese barniz mate gótico que le dan el Señor de los Sueños a sus obras. Que manera de darle la vuelta a una ciudad, en este caso, y de encontrar en las sombras de lo cotidiano material para construir más sombras. Que ganas de ir a Londres, por el amor del Boss. Acabé el libro en un pispás y lamenté que no hubiera más con que alimentar el fuego reavivado (diez años lleva haciendose el deseado el amiguete Neil para escribir continuación, y afortunadamente escribiendo cosas bien interesantes en este intervalo). Plenamente recomendable, en suma.

Y aquí ando, aun en el zulo, consiguiendo por métodos esgaélicamente reprobables la miniserie de la BBC (previa al libro y que Gaiman guionizó, y que es una autentica delicia, creánme, con unos british accents y unos medios limitados que recuerdan a una producción para aprender idiomas, pero con esa misma magia) y el comic (reciente, y menos gracioso para mi gusto) . Y solo me da por pensar, joer, que bien cuenta historias este tipo. Y que haber si se estrena ya la dichosa película, y puedo salir de aquí. Por que se me están acabando los frapucchinos. Y tengo que pasarme por la librería.