Háganme el favor de imaginarse un enorme tapiz, inacabable en extensión, tejido incansablemente en todas las direcciones, de tal manera que a medida que aumenta la extensión de la obra, también aumenta su perímetro y por tanto por muchas manos tejedoras que se incorporen al proyecto, siempre se acaban por descuidar zonas de la obra, a favor de otras que crecen más rápido. Debido a esta misma dinámica aleatoria de crecimiento, vez en cuando, se recupera una de las hebras que habían sido olvidadas, reincorporándola al conjunto y favoreciendo la resistencia y armonía de todo ese tapiz. Pues eso es lo que frecuentemente ocurre en biología, y en toda la ciencia por extensión. Y mola mazo, tú. Ejem... modo repelente-niño-vicente off.
El último PLOS Biology viene con un
artículo dónde se recupera una de estas hebras, de nada menos que de 1872. Les presento a
Fritz Müller, que con esta pinta de David el Gnomo fue una de los primeros defensores del darwinismo clásico, mucho antes de cualquier síntesis, allá cuando las luchas épicas entre Huxley y Wilberforce. Dio nombre al mimetismo mülleriano, un fenómeno que él estudió en mariposas y en el que vió una prueba a favor del esbozo darwinista de lo que hoy conocemos como evolución. Me arremango el lóbulo prefrontal y les explico.
La síntesis y almacenamiento de sustancias químicas, que van desde lo simplemente asqueroso a lo tóxico, ha sido una estrategia defensiva eficaz en un montón de grupos de insectos frente a la glotonería de aves predadoras. Tras una primera cata desagradable, el ave imberbe (¿?) asocia la experiencia desagradable con el, pongamos por caso, dibujo de las alas de la mariposa de turno. El individuo mariposil muere en acto, pero a cambio el resto de la población de mariposas deja de tener que preocuparse por ese pájaro en concreto. La estrategia no es perfecta, pues toda ave joven que aun no haya pasado por el trance de masticar al menos a una de nuestras mariposas aun representa una amenaza. ¿Me siguen hasta ahí? Bien, pues continúo. Imaginemos que una segunda especie de mariposas, también venenosa y con su patrón particular en las alas, entra en juego en el mismo ecosistema. El razonamiento es análogo al anterior, el predador tendrá que eliminar al menos a un individuo mariposil antes de que el veneno sea una defensa útil. ¿Pero que ocurre si, en ambas especies de mariposas, se produce una evolución convergente en el patrón de las alas? Pues que ahora cada predador alado sólo tiene que asociar un solo dibujo al mal sabor, y por tanto disminuye a la mitad el número de mariposas de cada especie caídas en combate, con el beneficio consiguiente para ambas poblaciones. Y aquí tienen servidos su plato de de mimetismo mülleriano, caballeros y damas.
Pues bien, lo que los señores del artículo de PLOS Biology que antes les enlazaba han estudiado son las bases genéticas de esos cambios en los patrones de las alas de varias especies que mantienen mimetismo mülleriano del género Heliconius. Genética clásica en mano (cruces y conceptos mendelianos, como cuando en bachillerato jugábamos con los colores de los guisantes), los autores han mapeado genéticamente los loci que determinan varios de estos fenotipos de las alas, y para su sorpresa han visto que colocalizan. ¿Y que puede significar este resultado?. Pues una posibilidad es que haya un solo locus genético (un elemento regulador de naturaleza aun no definida) que se encargue de determinar buena parte del complejo fenotipo de las alas (pigmentos negros, sobre fondo amarillo, sobre fondo blanco, etc...). Qué toda la variación se concentre en una sola región genómica, puede explicar la rápida evolución de estos patrones, pues una sola mutación puede alterar fuertemente estos patrones (al contrario, en un escenario pleiotrópico donde uno solo de los fenotipos estuviera controlado por varios genes, mutaciones simples tendrían un impacto más limitado sobre el fenotipo total).
Y no me dirán uds. que no es bonito que hayan quedado unidos las elucubraciones teóricas de un zoólogo alemán contemporáneo de Darwin con un estudio internacional experimental de mapeo genético en la actualidad. Por una vez,
que aprendan los dioses a tejer tapices de los mortales.
Javier Sampedro, de lo mejor en el periodismo científico español, lo explica mucho mejor que yo en la edición de hoy domingo de El Pais (
http://www.elpais.es/articulo/sociedad/evolucion/belleza/elpporsoc/20061015elpepisoc_2/Tes/), espero que el enlace aguante almenos un par de días.